jueves, 8 de noviembre de 2012

BEATOS



No puedo resistirme a poner una entrada poco didáctica - no entrará en ningún examen - sobre los Beatos. Enamorada estoy de estos libros fascinantes, fruto de la imaginería medieval más simbólica, de los terrores del año mil, de las raíces de la Hispania o al-Andalus más profundos. Viéndolos me parece escuchar el viento cortante de la meseta norte, los campos solitarios del Desierto Estratégico del Duero, que dijo Sánchez Albornoz, acompañar a grupos de pioneros norteños (vascones, hispanovisigodos, mozárabes huidos) que en el siglo X y XI se asentaban en tierras más fecundas intentando aguantar un año y un día - las tierras pasan a ser suyas - los ataques de los unos y de los otros. Yendo a la iglesuca - si es que la hay - a escuchar al cura iletrado lanzar apocalípticos sermones sobre lo dura que es la vida - esto ya lo sabían - y lo hermoso que será el Cielo futuro.

Imágenes esquemáticas y casi infantiles, fondos de impactantes colores planos, bestias y ángeles, tocando las trompetas del Juicio Final, abriendo los Siete Sellos.
Una visión tremendista, desgarrada, extremadamente expresionista de la realidad que recorre el arte español desde entonces, pasando por los Cristos góticos, Gregorio Fernández,  Goya o Saura, hasta nuestros días.


  "Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna bajo los pies, y una corona de 12 estellas sobre su cabeza. Estaba encinta y las angustias del parto le provocaban gemidos de dolor. Entonces apareció otra señal: un dragón de color rojo con siete cabezas y diez cuernos y una diadema en cada una de sus siete cabezas. Con su cola abrió la tercera parte  de las estrellas del cielo y las derramó sobre la tierra." (Apocalipsis, 12, 1).


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